Tras cumplir dos décadas de prisión por un delito que no cometió, Franky Carrillo demostró su inocencia y ahora lucha por la justicia.

En 1991, cuando yo tenía 16 años, el Departamento del Alguacil del condado de Los Ángeles inventaron evidencia para culparme en un asesinato que yo no cometi. Termine sirviendo 20 años en prisión. 

Todo esto comenzó cuando un crimen terrible ocurrió en una calle residencial oscura de Lynwood, California—hogar de la pandilla del Departamento del Alguacil conocidos como The Vikings. Un hombre por el nombre Donald Sarpy, salió para decirle a su hijo y a sus amigos que bajen el volumen cuando paso un carro y disparo con su pistola. Cuando el carro se fue, todos miraron a Donald en el piso sangrando. Lo llevaron de urgencia al hospital donde falleció. 

La tragedia no terminó ahí. Los muchachos fueron entrevistados, pero los muchachos ofrecieron información contradictoria sobre el tirador. Una persona dijo que el auto era blanco, y otro dijo que era negro. La investigación no tenia una respuesta hasta que vino el diputado del LASD, Craig Ditsch. Ditsch presionó a uno de los muchachos para que seleccionara mi foto de una lista de fotos y cuando lo hizo, la investigación que parecía un caso imposible hace solo unas horas, ahora estaba resuelta. Tenían un testigo presencial que identificó positivamente que yo era el responsable de la muerte de Donald Sarpy. 

Me arrestaron frente a mi padre, quien estaba tan asustado como yo cuando los alguaciles entraron a nuestra casa. Preguntamos qué estaba pasando. Los diputados nos ignoraron. A mi padre, un inmigrante de México, lo hicieron sentir invisible e insignificante. Observó mientras me esposaban y me llevaban. En la comisaría esperaba que él estuviera allí cuando me interrogaron ya que era menor de edad, pero siguieron sin él. Interrogar a un menor sin un padre o tutor legal es ilegal. 

Finalmente, la policía me dijo que me estaban acusando de asesinato y me presionaron para que admitiera que lo había hecho, aunque no tenía ni idea de quién lo había hecho. Me dijeron que, si admitía el crimen, le harían saber al juez que cooperé. Les dije que no sabía nada sobre el crimen y que no lo hice. Dije la verdad, pero esto resulto ser inútil. Al poco tiempo me llevaron al Reclusorio Juvenil Los Padrinos y luego me juzgaron como adulto. Después de dos juicios con Jurado, me encontraron culpable. 

Yo dije mi verdad. Mi padre dijo su verdad. Desafortunadamente, esto no fue suficiente ya que los diputados y testigos mintieron. LASD ganó, y mi familia y yo perdimos. Mi familia y yo creíamos en el sistema, y LASD estaba abusando de su poder para obtener el resultado que deseaba. Me sentenciaron de 30 años a cadena perpetua, con seis cadenas perpetuas adicionales. Me enviaron a prisión donde se esperaba que viviera el resto de mi vida. Me negué a vivir así y luché duro para demostrar mi inocencia. 

Después de estar 20 años en prisión, hice lo imposible y demostré mi inocencia. Trabajé con el Proyecto de Inocencia del Norte de California y Morrison & Foerster para luchar por mi inocencia. Finalmente, el 16 de marzo de 2011, salí de la Cárcel Central de Hombres del Condado de Los Ángeles como un hombre libre. 

Ese día fue tan especial para mí. Fui recibido por mi familia y amigos a quienes no había visto en décadas. Lamentablemente, mi padre no estaba vivo para estar allí cuando salí a la luz del sol y comencé mi nueva vida. 

Ya no era ese chico de 16 años que mi familia y amigos recordaban. Ahora tenía 37 años y no sabía quién era ni qué me esperaba. Lo único que sabía era que quería seguir luchando por la justicia y luchar contra los que abusan de su poder. 

Recuerdo que ese día, un reportero me preguntó qué mensaje tenía para la comunidad para que esta tragedia no vuelva a suceder, y le dije: “Para los que escuchan, para que esto no vuelva a suceder, tenemos que votar por leyes justas, y representantes justos.” 

En las elecciones de 2022, votar Sí a la Medida A, nos da la oportunidad de crear supervisión para el departamento del alguacil plagado de décadas con corrupción y escándalo. La Medida A otorga a la Junta de Supervisores del Condado de Los Ángeles el poder de destituir a un alguacil del Condado de Los Ángeles si comete violaciones graves contra nuestras comunidades, como infringir la ley, robar fondos del condado u obstruir las investigaciones sobre la mala conducta de los agentes. 

Nuestra comunidad ya hemos esperado décadas mientras LASD dijo repetidamente que ellos mismos resolverían la corrupción, pero nos han fallado y no podemos esperar más. Los alguaciles han pasado más tiempo protegiendo a sus oficiales que abordando los problemas que causan en nuestras comunidades o la corrupción en su propio departamento. 

La Medida A es la esperanza y la visión que tengo para el futuro de Los Ángeles. Finalmente tendremos un mecanismo para presionar al Alguacil y LASD para que hagan lo que es correcto. Desde que demostré mi inocencia, he usado mi dolor para hacer el bien. Quiero que todos los angelinos reconozcan el dolor causado por las manos de aquellos que juraron protegernos y lo usen para dar el poder de supervisión a nuestras comunidades. Vota SÍ a la Medida A. 

Aprende más sobre la Medida A.

Aprende más sobre otras medidas que ACLU del sur de California apoya en nuestra Guía de Votación de 2022.